La Secretaría de Educación Pública se preocupa porque los estudiantes de educación básica y media superior concluyan su ciclo escolar a pesar de la pandemia. Otros se preocupan por las calificaciones de los estudiantes, si van a bajar porque ni ellos ni sus profesores saben trabajar de una manera distinta, o van a subir porque todo mundo se va a copiar en los exámenes e incluso los padres van a ayudar a sus hijos a responderlos. Incluso a otros podría preocuparles si los estudiantes realmente están aprendiendo algo en sus cursos a distancia, considerando que con dificultad aprenden cuando tienen al profesor enfrente para explicarles.
¿Cuál es el mensaje que estamos enviando a las nuevas generaciones? En otras palabras, ¿cuál es la importancia de concluir un ciclo escolar, aprender todo lo programado y sacar buenas calificaciones, en tiempos de pandemia?
Ciertamente, a todos nos ganan las prisas. Hay que montar todo rápido: las fotocopias o el curso en Google Classroom; el cuarderno, la tableta o la laptop; producir contenidos y hacerlos disponibles; redefinir calendarios, establecer las guardias, organizar la manera de que los alumnos van a preguntar y los maestros van a responder; ver la manera de que los hijos se puedan conectar y bajar la información necesaria; armar los argumentos para defenderlos en caso de que no les vaya bien en este “otro modo” de enseñar, que no parece fácil. Todos estamos preocupados porque todo salga bien, a pesar de la pandemia.
La pandemia se convierte así en un estorbo, en algo que amenaza con echar por tierra nuestras planificaciones y con dejar claro que eso de la tecnología nada más sabemos usarlo para socializar y entretenernos. Sin embargo, cabe la posibilidad de hacer un alto en medio de la confusión y tratar de ver las cosas de otra manera. De ver a la pandemia como una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente importa que aprendan nuestros alumnos y nuestros hijos.
Un mensaje que se está transmitiendo a los jóvenes con este frenesí por hacer que la educación siga funcionando es que la educación es un fin en sí mismo, desconectado del mundo real. Hay algo muy grande que está sucediendo a nuestro alrededor, un fenómeno nunca visto tanto en su aspecto sanitario como social, político y mediático; pero no tiene nada que ver con la educación, que tiene que seguir su curso y los estudiantes tienen que aprender lo que tenían que aprender cuando no había pandemia, aunque lo que aprendan no les sirva para entender lo que está sucediendo a su alrededor.
¿Qué se puede hacer? Aprovechar la condición de pandemia para hacer promover aprendizajes significativos, poniéndola en el centro de la experiencia de aprendizaje. Desde entender qué es un virus, cómo funcionan y por qué unos nada más dan gripa y otros matan; entender por qué la enfermedad se propaga a gran velocidad, las estadísticas que se publican por todos lados y cómo se construyen los modelos que predicen lo que sucederá durante la semana; entender para qué sirve el tapabocas —si los virus son tan pequeños que pasan por sus agujeros con toda comodidad— y por qué se agotaron las cervezas en México y el papel de baño en Estados Unidos. Pasando por desarrollar autonomía en el aprendizaje, capacidad de usar de manera diferente las tecnologías digitales (cuando es el caso) y pensamiento crítico para distinguir la información confiable de la propaganda. Hasta aprender a convivir nuevamente en casa con los padres generalmente ausentes hoy en día, discutir los pros y los contras de cada estrategia de atención a la pandemia y desarrollar la conciencia social que tanta falta nos hace.
Autor:
Dr. Rafael Morales Gamboa
IGCAAV/ Sistema de Universidad Virtual / Universidad de Guadalajara